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Vivir Ecologicamente: la historia de la Eco Aldea puntana

En las sierras centrales de San Luis, entre el monte y su vida, 16 familias viven en armonía con el entorno que los abraza. En Pangea los ecoaldeanos defienden la naturaleza mediante el arte, la educación y la permacultura.

Este artículo también esta disponible en: italiano .

Por Maico Martini. Periodista ambiental de EcoPress.

Esta es la historia de un grupo de jóvenes unidos por un sueño: vivir en paz con la naturaleza, con esa idea en mente, los miembros de la Eco Aldea Pangea se juntaron y comenzaron a organizarse. Matias Giachino, uno de los impulsores de la Ecoaldea, recuerda que inicialmente “el proyecto comenzó a formarse entre dos familias que queríamos vivir en el campo: nosotros éramos artistas del circo, el teatro y la música, mientras que la otra familia se dedicaba a las artesanías”, con esa idea “comenzamos a construir el proyecto, a investigar y decidimos invitar a otras 8 familias; invitamos a artistas conocidos, gente buena y tranquila, y formamos una pequeña comunidad que se fue agrandando con el tiempo”. 

La comunidad comenzó a reunirse periódicamente en la Escuelita de Circo – Teatro -que allá por el 2008 se encontraba en la calle las Heras del centro capitalino-, allí “tuvimos un proceso de aproximadamente un año de asambleas para formular el proyecto de Ecoaldea”, en las reuniones “cada persona expresaba sus sueños, sus miedos y sus aspiraciones, y en base a eso fuimos armando un estatuto de convivencia, redactando las normativas del proyecto y diseñando un prototipo de vivienda echa con bioconstrucción, este trabajo fue nuestra guía de trabajo” para construir la Aldea, relata Giachino al ser consultado por EcoPress. 

También “formamos una ONG, que fue el medio por el cual cuidamos el proyecto, mantuvimos las normas comunitarias y las hicimos cumplir”. Pangea ONG se dedica al desarrollo humano, al cuidado ambiental, a la sustentabilidad y al arte. En ese sentido han realizado actividades de recolección de basura, de educación ambiental, culturales y artísticas.

Luego de meses de trabajo, ya tenían el proyecto de Ecoaldea, que a grandes rasgos plasmaba la idea de crear una comunidad que sea autosustentable, que respete y cuide la naturaleza y que sea un centro social y cultural. Puntualmente, esta aldea apuntaría a la bioconstrucción, a la forestación con nativas y frutales, al autoabastecimiento mediante la huerta, al uso de baños con biodigestores, al autoabastecimiento eléctrico mediante energías renovables y a la educación ambiental, entre otras temáticas. 

Las ideas y las ganas sobraban, y para llevar a cabo la iniciativa los ecoaldeanos se dirigieron ante el por entonces Comisionado de Estancia Grande para solicitarle apoyo. Luego de que las autoridades analizarán el proyecto (proceso que tardó unos 6 meses), en agosto del 2009 el ‘intendente’ del Comisionado les cedió a los ecoaldeanos un predio de 27 hectáreas donde finalmente se erigió la Eco Aldea Pangea. 

De las 27 hectáreas, 12 son llanas y allí se erigió la aldea, mientras que las 15 restantes corresponden a un cerro escarpado destinado a la conservación.

La aldea comenzaba a tomar forma; pero no todo era pan y rosas. Según el relato de los ecoaldeanos, el inicio fue muy difícil: recibieron todo el terreno quemado por un reciente incendio que había calcinado la zona, no tenían agua ni luz, y todavía no había ni un refugio erigido. 

A finales del 2009 las primeras familias se asentaron en la Eco Aldea y comenzaron a levantar sus refugios: llevaban carpas para pasar la noche y herramientas para construir sus casas, gracias a la bioconstrucción la mayoría de materiales ya yacían en el lugar. Sin embargo, uno de los mayores problemas que enfrentaron en los inicios fue el abastecimiento de agua, pues tenían que caminar hasta una vertiente cercana y extraer el líquido con baldes, una situación que se agravaba en épocas de sequía, relatan.

Un tiempo después, cuando la mayoría ya tenía sus pequeños refugios para resguardarse de la intemperie, el municipio local aportó unos quinchos abiertos y caños de PVC que los aldeanos instalaron para llevar agua de la vertiente a los hogares. 

Quienes recibieron los quinchos comenzaron a adaptarlos a sus necesidades, construyendo las paredes y los habitáculos a su placer, todo con bioconstrucción. Por eso la casa del pintor está plagada de cuadros y la de su vecino percusionista tiene un enorme espacio para bailar y tamborear, a pesar de que la estructura inicial es la misma. 

Los demás fueron construyendo sus casas de a poquito y conforme a sus gustos. Unos viven en domos, otros en cabañas y la familia ‘R’ (Rolo, Ronda y el niño Ragnar) habita un mini bunker semisubterráneo con las medidas de una casa rodante. 

Por otra parte, los espacios comunes como los caminos, los espacios recreativos y culturales o la zona de acampe para visitantes, fueron construidos en comunidad. De hecho, actualmente hacen una minga semanal para realizar el mantenimiento de los espacios comunes, y cualquiera que desee aprender bioconstrucción, dar una mano o conocer la Ecoaldea puede acudir a las mingas.

Un tiempo después, cuando la aldea ya se había establecido, el gobierno de la provincia aportó paneles solares para que los ecoaldeanos pudieran tener electricidad para iluminarse y recargar sus dispositivos. 

Con el paso del tiempo, Pangea fue tomando forma paulatinamente, y se consolidó como la primera Ecoaldea puntana. Hoy con 13 años de historia, lo que antes era un terreno quemado, ahora es un monte lleno de vida, cultura y arte. Además, esta aldea posee una perfecta ‘simbiosis tecnológica’, una en la que los cables que se desprenden de los paneles solares se entrelazan con las paredes de adobe y los techos de paja hasta arribar al foco que ilumina los tambores del ‘Negro’ cuando hace un ‘quilombo’.

Cabe destacar que en Pangea no hay líderes ni dirigentes, es una comunidad horizontal, y cada decisión a tomar o regla a implementar se decide mediante una asamblea en la que todos los votos tienen el mismo peso. 

Esta comunidad posee una diversidad cultural que es difícil de hallar en San Luis, la mayoría son artistas de disciplinas como el circo, el teatro, la música, la pintura, la acrobacia, la danza, la comedia y las artesanías. Pero también hay docentes (universitarios y secundarios), técnicos en energia solar y gestores ambientales, entre otras disciplinas. En la Ecoaldea se respeta cualquier culto e ideología, “siempre y cuando se considere a las personas, a la diversidad y, por sobre todo, a la naturaleza”, comenta Giachino. 

Daniel Boggio en la obra de teatro «La Cárcava Encantada».

Para fortalecer la propuesta cultural, la Escuelita de Circo – Teatro que vio nacer la Ecoaldea hoy se está trasladando a la Aldea. En esa línea, recientemente comenzaron a recibir visitas de escuelas y también realizan una visita guiada abierta al público en general los domingos por la tarde. “En ambas recorremos las viviendas realizadas con técnicas de bioconstrucción, reconocemos los bosques frutales y las especies nativas, visitamos los espacios comunitarios y equipos de energía solar. También realizamos actividades recreativas objetivadas en la concientización y sensibilización ambiental, fusionando el arte con las tecnologías amigables con el fin de disminuir el impacto ambiental y generar nuevas habilidades y hábitos”, explican.

“Todo empezó siendo una utopía y con el tiempo se fue transformando en algo lógico. Ahora después de 13 años seguimos construyendo este proyecto y aprendiendo de él”, reflexiona finalmente Matias. 

Gracias al trabajo de Pangea, en la actualidad hay varios proyectos de urbanizaciones sostenibles en San Luis, claramente inspirados por el trabajo de esta comunidad ecoaldeana. 

9 respuestas a “Vivir Ecologicamente: la historia de la Eco Aldea puntana”

  1. La familia GIANFELICI-TARAZI agradecen a este hermoso grupo por el apoyo que hicieron y hacen con Reynaldito nuestro hijo discapacitado que al ser considerado uno más entre ustedes ha progresado muy bien y esta muy contento y emocionado cuando los visita yen especial agradecemos a MATIAS Y JIMENA los queremos.

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