En los últimos dos años San Luis perdió casi 180 mil hectáreas de cubierta forestal a raíz de los incendios. La gran mayoría de estos incendios tienen su origen en la actividad humana y los brigadistas “arriesgan la vida para salvar la vida”.
Cada año miles de hectáreas de montes se queman por los incendios forestales: desde el 2020 hasta hoy, unas 180 mil hectáreas de cubierta forestal se calcinaron en San Luis. Fabricio Reyes es uno de los valientes que se enfrentan al fuego para cuidar el ambiente puntano.
Fabricio es un joven brigadista de San Luis Solidario -Defensa Civil-, tiene 7 años de experiencia apagando incendios y diferentes especializaciones en el combate al fuego, además estudia enfermería en la Universidad Nacional de San Luis -UNSL-. El pasado sábado nos reunimos en el Cerro de la Cruz, un ambiente emblemático de San Luis que fue calcinado en octubre del 2020 por un terrible incendio forestal.
El 2020 fue un año trágico en lo que respecta a incendios: en San Luis se quemaron más de 100 mil hectáreas de cubierta forestal, según el gobierno provincial, y en Argentina la cifra ascendió a casi un millón, según datos del Servicio Nacional de Manejo del Fuego -SNMF-. En simultáneo al incendio del Cerro de la Cruz, había focos activos en diferentes localidades de San Luis y en otras 13 provincias argentinas.
Esta SNMF asegura que el 95% de los incendios forestales que se desarrollan en el país son provocados por la actividad humana: algunos por negligencia -como tirar una colilla de cigarrillo- y otros intencionalmente motivados por intereses económicos. El 5% restante es originado por causas naturales -la caída de un rayo-.
Fabricio explica que “lo que se quema en los incendios es vida, las consecuencia de estos incendios es: la degradación del suelo y de la biomasa”, al degradarse el suelo y la flora “la fauna desaparece”, advierte.
“Nosotros los combatientes arriesgamos nuestra vida porque sabemos que lo que se quema es nuestro entorno y nuestro futuro”, dice con un tono de tristeza mientras observa el cerro quemado.

Explica que un ambiente incendiado tarda mucho en recuperarse, observa como la flora del cerro sigue sumamente débil y se sorprende porque casi no se ven insectos en el suelo, comenta que es una pena porque los insectos son la base alimenticia de mucha aves, que a su vez sirven de alimento para otras especies.
Seguimos recorriendo el Cerro y vemos un área recientemente quemada, luego de observar la zona y valiéndose de su experiencia, Fabricio explica que fue un incendio intencional y controlado, yo le doy el dato de que justo ese terreno es un lote que se pretende vender: nos reímos para no llorar. Cuenta que muchos incendios inician así: alguien utiliza el fuego como una herramienta rápida de desmonte, las llamas se descontrolan y provocan una catástrofe de grandes dimensiones.
Por eso Fabricio, además de poner el cuerpo en el combate al fuego, está desarrollando un innovador proyecto de prevención y control de incendios forestales, opina, además, que la educación es una herramienta fundamental en la prevención.

Él es uno de los pocos en la provincia que cuenta con la certificación de Jefe de Cuadrilla, es decir que está capacitado para guiar y cuidar a 12 brigadistas, una labor esencial que requiere mucho conocimiento y responsabilidad, porque “el jefe de cuadrilla cuida a todos sus brigadistas, y es responsable de su integridad”. También ha viajado a otras provincias para colaborar en el combate al fuego.
Antes de ser brigadista, Fabricio trabajaba en la metalúrgica y en la construcción, “luego me capacite, me prepare y me presente para ser brigadista. Toda la vida aprecie el esfuerzo en torno a ayudar a las personas”, esa es una de las razones por las que es brigadista y por las que estudia enfermería.
Subraya que el no es bombero, sino brigadista: “la diferencia entre bombero y brigadista suele ser el uniforme y el sistema que rige: los brigadistas somos empleados del Ministerio de Seguridad y los bomberos son civiles entrenados y capacitados para distintas circunstancias como accidentes, incendios urbanos, derrumbes e incendios estructurales. Esa es la gran diferencia: los brigadistas no vamos a los incendios estructurales -edificios-, nosotros nos especializamos en incendios forestales”.
“Pero tenemos algo en común: ambos nos ponemos en peligro, uno de los mayores peligros que tenemos es el humo que afecta la respiración y los ojos, entre otras repercusiones, y si no tomas las medidas adecuadas o no te haces constantes estudios, a largo plazo te lastima y discapacita, siempre se deben usar los elementos de protección, incluso cuando estás lejos del fuego; porque el humo está en todas las zonas, aunque no lo veas”.
Otro de los riesgos es que “la propagación de los incendios forestales muchas veces es impredecible, eso es peligrosísimo porque podemos quedar encerrados en el incendio o ser atrapados por un cambio en la velocidad o la dirección del viento”. En ese sentido hace hincapié en fortalecer la comunicación entre brigadistas, bomberos de la policía y bomberos voluntarios, para poder resguardar la integridad de todos los combatientes.
Fabricio fue víctima de los riesgos que acarrea su profesión, actualmente se encuentra fuera de servicio porque hace unas semanas se lesionó la rodilla combatiendo un incendio al sur de la Ciudad de San Luis, hace un mes lo operaron del ligamento y ahora está realizando la rehabilitación para poder volver a la actividad.

“¿Tenes alguna anécdota que vivida en los incendios que nos quieras compartir?”
“En plena pandemia los brigadistas estábamos en el centro de la ciudad haciendo prevención del Covid – 19, recomendaciones y ese tipo de cosas. En ese momento se desató un incendio en cercanías a la maternidad Teresita Baigorria, era un incendio forestal sumamente peligroso, muchos cuarteles de bomberos y brigadistas nos presentamos en el lugar y nos dividimos para combatir el fuego: nosotros subimos el cerro que está atrás de la maternidad, ascendimos cientos de metros, y arriba vimos que había un lugar donde podíamos hacer un contrafuego, hicimos los puntos de anclaje y limpiamos la senda, ahí ya teníamos la defensa, una vez hecho eso prendimos el contrafuego y logramos cambiar la dirección del frente, es decir, impedimos que el fuego descienda por la sierra. Logramos contener las llamas y el fuego se extinguió, apagamos las cenizas para prevenir un reinicio y bajamos, cuando bajamos le informamos a los demás que habíamos controlado el fuego y ellos quedaron sorprendidos, porque realmente era una hazaña difícil de lograr, de hecho el avión hidrante estaba esperando la confirmación para hacer la descarga; pero afortunadamente no hizo falta. Esa anécdota de hacer un contrafuego en altitud y en una zona muy difícil, y que haya salido bien, porque gracias a eso se defendió un bosque de la zona y salvamos mucha vida, creo que es una de las mejores experiencias que tuve como brigadista”.
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