El espinillo es una especie que se distribuye por gran parte del norte de Argentina: desde San Luis hasta Formosa y Jujuy (también se halla en otros países sudamericanos). Un ejemplar de espinillo puede alcanzar hasta 6 metros de altura y da frutos hasta dos veces al año, una vez en verano y otra en invierno. ¿Sabías que el espinillo tiene diversos usos alimenticios, medicinales, ornamentales y culturales?, acompañanos en esta nota y enterate de algunos de ellos.
El espinillo -Vachellia caven, antes: Acacia caven)- es un árbol de follaje caduco, muy espinoso y de corteza rugosa color castaño oscuro. Un ejemplar puede medir hasta 6 metros de alto, también puede comportarse como un arbusto ramificado desde su base. Florece a principios de primavera y fructifica hasta dos veces al año -dependiendo la zona-, en San Luis fructifica una vez al año y en el norte argentino dos.
Estos árboles tienen hojas doblemente compuestas -bipinnadas-, sus flores se agrupan en conjuntos esféricos o globosos: tienen un color amarillo intenso y, al poseer una intensa fragancia, se suelen usar en la elavoración de perfumes. Su corteza segrega sustancias similares a la goma arábiga y se le conocen propiedades en la herboristería popular.
Además, su fruto es una legumbre que tiene diferentes usos alimenticios, Mollecito de Beber -una página dedicada a la comunicación de agroecología y a la concientización de flora silvestre- explica algunos de los usos alimenticios del espinillo:
Los frutos del espinillo se encuentran dentro de unas vainas -al igual que las ‘chauchas’- y se pueden comer inmaduras o secas y deshidratadas: “la vaina es distintiva, difícil de confundir. Es gruesa, cilíndrica, puntiaguda en su extremo, verde cuando está inmadura; leñosa y -de color- castaño oscuro cuando está madura. (…) En su interior tiene un tejido esponjoso que acuna a las semillas con colores similares a la vaina, según su estado de maduración”, explica.

“Cuando el fruto y sus semillas están inmaduros (color mayormente verde), las semillas se pueden comer crudas o hervidas como si fueran arvejas. Su sabor, en mi opinión, es intenso y exquisito.
Cuando están maduros (color oscuro, endurecido y deshidratado) las semillas pueden molerse para hacer harina con alto valor proteico, pudiendo agregarse (en hasta un 15% del total de harina) a panificados. Si se tuesta y se muele la semilla madura, puede usarse para infusiones, similarmente al café”, por su parte, las flores pueden agregarse al mate, prosigue.
El espinillo, además, es comúnmente utilizado como una especie decorativa que adorna las plazas y los jardines, su uso ornamental no se debe solo a su característica belleza, también porque sus flores atraen a los colibríes y a otras especies polinizadoras.
Por si fuera poco, muchas comunidades originarias usan algunas de sus propiedades como medicina; tiene propiedades astringentes, cicatrizantes, digestivas y analgesicas. Curiosamente, algunos ganaderos alimentan al ganado ovino y caprino con las flores y los frutos de este árbol, estiman que mejora la calidad de la lana.
Esta especie tiene un importante rol ecosistémico: “habita en las sierras, en el llano, es uno de los primeros -árboles- que coloniza los ambientes degradados, y como toda leguminosa fija nitrógeno en el suelo ¡Conservemosla porque fija nitrógeno en el suelo!” explica Juan Quiroga, creador de Mollecito de Beber, en comunicación con EcoPress.
Juan Quiroga es un jóven militante ambientalista, estudiante de psicología y biología, y un apasionado de la flora nativa de San Luis, Cuyo y Argentina, trabaja en una huerta agroecológica y participa en una asociación barrial abogando por la soberanía alimentaria, en comunicación con este medio nos explica que Mollecito de Beber es:
“Es un grito plural y una acción colectiva, nutrida de experiencia en las redes de transición y activismo locales, por una vida social sustentable en el tiempo.
Son decires, palabras e imágenes, pero que provienen de vivencias, y que a su vez nos desafían a atrevernos a vivir, a practicar, a actuar, a poner el cuerpo y las manos en la transformación necesaria.
Se trata de redescubrir la abundancia que nos habita en lo interior y que nos rodea en lo exterior, luego de asumir que habíamos sido ‘enseñades’ en la autodesestimación. Por eso, se trata de revalorizar nuestro ambiente nativo y conectarnos con sus bondades, porque es en esa porción de naturaleza que nos rodea exactamente a ‘nosotres’ dónde está buena parte de las herramientas con que liberarnos”.
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