Los conflictos armados repercuten seriamente en el Medio Ambiente

Generalmente, los conflictos armados y las guerras generan conmoción por los efectos que tienen en la paz, en la vida y en la salud de una población. También por las repercusiones geopolíticas, económicas y diplomáticas que acarrean. Pero una de las consecuencias más invisibilizadas de los conflictos armados es la devastación ambiental y la contaminación.

Desde antaño, la humanidad ha tenido diferentes conflictos bélicos: las primeras tribus de Sapiens tenían disputas violentas por alimentos, recursos o religión. En tiempos más ‘modernos’ podemos destacar a la colonización de América. En el siglo XX destacan las dos Guerras Mundiales, y en los comienzos de este milenio destaca la guerra de Irak y la reciente Guerra en Europa Oriental. Todas estas disputas violentas tuvieron, en diferentes medidas, repercusiones sociales, culturales, teológicas, económicas y ambientales –entre otras-.

Cuando pensamos en una guerra, generalmente se habla de que estas repercuten en la paz, en la vida, en la salud humana, en la sociedad, en la economía, en la política y en las relaciones diplomáticas. Sin embargo, rara vez se habla de los impactos ambientales que suponen los conflictos armados, siendo mayores los impactos ecológicos de los conflictos modernos. En este texto, mediante ejemplos, trataré de visibilizar la contaminación que los conflictos armados generan.

En primera instancia y previo al desarrollo de las confrontaciones, debemos hablar de la contaminación que conlleva armar a un ejército: Estados Unidos es la mayor potencia militar mundial y destina más del 3% de su PIB a financiar sus fuerzas armadas, tiene bases militares en casi todos los continentes y una gran cantidad de aviones, barcos, tanques y demás recursos bélicos, sin contar el armamento nuclear que posee.

Todos estos recursos militares sobrellevan un gran impacto ambiental: todos los vehículos terrestres, marinos y aéreos están fabricados con una gran diversidad de metales obtenidos por una de las industrias más contaminantes; la minería. Por poner un ejemplo: una bala puede contener metales como plomo, cobre, tungsteno, osmio o uranio –dependiendo el calibre del arma y otros factores-, extraer estos metales es sumamente contaminante y las balas son de un solo uso.

Siguiendo con el ejemplo de la mayor potencia militar mundial, según una publicación  del medio The Conversatión: las FFAA estadounidenses consumen más hidrocarburos y emiten más Gases de Efecto Invernadero –GEI- que la mayoría de países de tamaño medio, si el ejercito del ‘tío Sam’ fuera un país estaría en el puesto 47 de emisores de GEI (entre Perú y Portugal). En 2017 compro unos 269 mil barriles de petróleo diarios y emitió unas 25 mil kilotoneladas de dióxido de carbono al quemarlos.

Claro que ningún ejército esta exento de contaminación y de emisiones de GEI, pero el estadounidense es un buen ejemplo para tomar noción de los impactos ambientales que implica poseer Fuerzas Armadas.

Si hablamos ya de las confrontaciones, los conflictos armados destruyen la infraestructura que precisó recursos (extraídos del ambiente) y años de trabajo para erigirse, también repercuten seriamente en los ecosistemas silvestres y en la biodiversidad. El programa de la ONU para el Medio Ambiente destaca algunos ejemplos de la historia reciente acerca de cómo los conflictos armados impactan en el ambiente:

Un edificio teológico destruido por los conflictos armados de Medio Oriente /RadioJai/.


  1. Agente Naranja:

Durante la guerra de Vietnam, entre 1961 y 1971, el ejército de los Estados Unidos roció millones de litros de una gama de herbicidas y defoliantes sobre los frondosos bosques del sur de Vietnam. Las guerrillas del Viet Cong se favorecían de estos densos bosques para esconderse y transitar desapercibidamente. Entonces, las FFAA del ‘tío Sam’ fumigaron a estos ecosistemas con herbicidas, como el Agente Naranja, para debilitar los espesos bosques que favorecían a las guerrillas vietnamitas

2. Guerras Civiles Congoleñas:

Desde mediados de la década del 1990, la Republica Democrática del Congo ha padecido diversos conflictos armados que han tenido efectos devastadores en las poblaciones de vida silvestre, especies como antílopes, monos, gorilas y elefantes han servido de alimento para los combatientes y los civiles que luchan por su supervivencia. Además, los grupos armados practican actividades perjudiciales para el ambiente, como la explotación forestal y la minería ilegal, para financiar sus guerrillas

3. Marismas y pozos petroleros de Irak:

En respuesta a un levantamiento Chiíta en el sur de Irak, las tropas de Saddam Hussein drenaron las marismas mesopotámicas, los humedales más grandes de Medio Oriente, para debilitar a los Chiítas. Una serie de diques y canales redujeron las marismas a menos del 10% de su extensión original y transformaron el paisaje húmedo a un desierto con cortezas de sal. Más recientemente, en 2017, los militantes del autoproclamado Estado Islámico incendiaron pozos petroleros en el sur del país, y liberaron al aire, al agua y a la tierra un coctel tóxico de químicos.

El programa de la ONU también destaca la desforestación producida, o agravada, por los conflictos armados en Afganistán, Nepal y Colombia (en este ultimo también se suma la minería ilegal que ha contaminado gravemente el Rio Quito).

Además, la Segunda Guerra Mundial –II GM- (y esperemos que la ultima) también ha generado serios daños ambientales, los bombardeos y los combates causaron graves daños en los ecosistemas, también las pruebas de armamento nuclear contaminaron las aguas del atolón bikini y del desierto de Arizona de U.S.A.

Los ‘desechos’ militares también producen una amenaza ambiental, un reciente informe de investigadores alemanes alerta sobre los daños ecológicos que pueden producir los arsenales y los buques de guerra que yacen en el fondo de los océanos y mares. Hay toneladas de armamento de la Alemania Nazi tiradas al mar por los Aliados al acabar la contienda. En otros casos, como en las aguas de Hawái, se trata de armamento estadounidense que simplemente quedo obsoleto y fue desechado en el océano pacifico. Solo en la porción de los mares del Norte –europeo- y Báltico, una de las áreas más estudiadas y contaminadas, hay unos 1,6 millones de toneladas de municiones. Los peligros de tanta pólvora son muchos: aún se mantiene el riesgo de explosión (ya sea por el deterioro de los estabilizadores, como por reacciones químicas de los compuestos nitrogenados que forman el explosivo), por otro lado está la liberación de metales pesados en los ecosistemas marinos que repercuten negativamente en la biodiversidad acuática.

Un buceador junto a una enorme bomba de la Segunda Guerra Mundial sin estallar en el mar Báltico /El País/.

Además, los buques de guerra y de transporte de mercancías y de civiles hundidos durante la II GM suponen otra amenaza ecológica: los depósitos de combustibles de los barcos se están corroyendo y pueden empezar a derramar hidrocarburos al agua, afectando negativamente al ecosistema oceánico.

Actualmente, nuestro planeta atraviesa una crisis ambiental y climática (según investigadores estamos atravesando la sexta extinción masiva y encaminándonos a un cambio climático de repercusiones devastadoras). Para mitigar estas amenazas es crucial la cooperación internacional y destinar millones de recursos para aminorar estos problemas y adaptarnos a sus posibles consecuencias. Pero una nación o un territorio que sufre conflictos armados, difícilmente puede pensar en los objetivos de desarrollo sostenible, ya que tiene preocupaciones “más urgentes”.

En el año 2001, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaro que el Día Internacional para la prevención de la explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados se desarrollaría todos los 6 de noviembre. Luego, en 2016, la ONU adopto una resolución que reconocía el papel de los ecosistemas saludables y de los recursos gestionados de forma sostenible en la reducción de los riesgos de conflictos armados. Ya que muchas contiendas bélicas tienen orígenes en disputas por recursos naturales.

Finalmente, para concluir este texto, no podemos dejar de advertir que el creciente desarrollo de armamento nuclear puede afectar seriamente a la biosfera si este es usado.

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