El rio Santa Cruz es el único rio glaciar que se mantiene ‘virgen’ en la Argentina, este rio recorre aproximadamente 600 kilómetros y es el lugar de hábitat de diversas especies, provee de nutrientes al Mar Patagónico Argentino y agua potable a las localidades cercanas. Además es un recurso pesquero y turístico.
Pero hace años que esta la idea de construir allí grandes represas para generar energía hidroeléctrica. En el año 2008 durante el gobierno de Cristina Kirchner, se abrieron las licitaciones para construir 2 represas en el cauce de este rio, pero esta fue suspendida por la crisis económica de aquel año. Cinco años más tarde se abrió una segunda licitación y el proyecto fue adjudicado al consorcio Represas Patagonia, integrado por Electroingenieria, Hidrocuyo y el grupo chino Gezhouba. Los contratos se firmaron en 2015 y quedaron atados al financiamiento chino por 4.714 millones de dólares.
Un año después, una medida cautelar de la corte suprema de justicia de la nación suspendió las obras hasta que se cumpla con la ley nacional de obras hídricas, que exige la presentación en audiencia pública del estudio de impacto ambiental correspondiente, que tuvo lugar en junio del 2017. Un mes después el ministerio de Energía y de Medio Ambiente dio el visto bueno para el comienzo de las obras. Obras que se prevén inaugurar en el año 2022.
El proyecto inicial sufrió distintas modificaciones, como reducir la cantidad de generadores que poseerán las represas, de 11 a 8 turbinas y la reducción de la cota del embalse Cóndor Cliff de 178,90 a 176,50 metros.
Sin embargo, aunque el proyecto ya esté en marcha, distintos grupos de civiles, organizaciones ambientales y comunidades originarias manifiestan su rechazo a las represas en este rio virgen.
Argumentan que el estudio de impacto ambiental se hizo apresuradamente y que no permitió la participación pública adecuada. Con la construcción de estas represas se alterara drásticamente el ecosistema del rio, agravando el peligro del ave autóctona maca tobiano que actualmente está en peligro de extinción.
“Aún no sabemos todos los posibles impactos negativos que estas represas podrían causar « dice Manuel Marcelo Jaramillo, director general de la Fundación Vida Silvestre Argentina.
Finalizar la construcción de las represas podría impedir que los peces se desplacen entre los importantes lugares de alimentación y desove, al igual que podría acabar con algunos de los hábitats que aún quedan para el macá tobiano. El proyecto también podría alterar los procesos hidrológicos naturales que soportan al glaciar Perito Moreno, una de las atracciones turísticas más grandes del país. Y la incorporación de dos enormes represas y múltiples líneas eléctricas a una región famosa por su entorno inalterado y silvestre también podría impactar negativamente al turismo local, del cual muchas comunidades locales dependen para obtener ingresos.
Además, este rio desemboca en el Mar Patagónico Argentino, hogar de la emblemática Ballena Austral, este rio provee diversos nutrientes para el ecosistema marino. Si se altera el equilibrio hídrico del rio también se está alterando el ecosistema marino, además del ecosistema del rio claramente.
Por último está el debate de si la energía hidroeléctrica es renovable o no.
Principalmente está catalogada como energía renovable ya que no emite directamente emisiones de CO2 y utiliza un recurso renovable como lo es el agua.
Pero algunos grupos de científicos y ambientalistas opinan distinto. Ya que para la construcción de estas represas se precisan maquinarias pesadas que si emiten CO2 y además una vez finalizada la obra se altera drásticamente el ecosistema.
Estos argumentos son igualmente validos si criticamos energías renovables como la eólica o la solar. Que utilizan materiales que al ser fabricados emiten gases de efecto invernadero y que al momento de instalarse alteran el paisaje y el ecosistema.
Pero la respuesta la podemos encontrar en el tamaño de las instalaciones y en la misma constitución argentina, que establece que las reservas hidroeléctricas solo son renovables si su producción no supera los 50 megavatios, en comparación a los 1290 megavatios que producirían estas presas.
Está claro que una instalación de paneles solares para producir esa cantidad de electricidad también seria controversial y generaría críticas de los sectores ambientalistas.
Pues a mi parecer, la mejor alternativa es instalar pequeñas granjas solares, eólicas o presas hidroeléctricas que alimenten de electricidad a las poblaciones cercanas.
Por lo contrario se busca instalar mega represas que generaran una cantidad de electricidad que será añadida al sistema eléctrico nacional y que inundara una superficie del doble de la ciudad de Buenos Aires.
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