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¿El crecimiento poblacional es realmente un problema ambiental? -OPINIÓN-

La población mundial alcanzó los 8.000 millones. Al respecto, algunos aseguran que el rápido crecimiento demográfico “es un grave problema ambiental” y sugieren establecer políticas de control de natalidad; pero el debate no es tan simple…

Según estimaciones, a principios del 1800 la población mundial rondaba los 1.000 millones, luego de más de 100 años la población se duplicó alcanzando los 2.000 millones. Según las Naciones Unidas, en 1987 el planeta ya albergaba a 5.000 millones de personas, en 1999 la cifra ascendía hasta 6.000 millones, en 2011 alcanzaba los 7.000 millones, y en noviembre del 2022 la humanidad alcanzó los 8.000 millones.

Asía es el continente más densamente poblado de la tierra, por ejemplo, China es el país más poblado del mundo con unos 1.400 millones de habitantes y la India es el segundo con unos 1.380 millones de personas. Latinoamérica, por su parte, cuadruplicó su población entre el 1950 y el 2022. 

Los desarrollos en sanidad, medicina y salud están estrechamente relacionados a una expectativa de vida mayor y  una tasa de mortalidad menor. Asimismo, las optimizaciones del sistema alimentario contribuyeron a un crecimiento demográfico exponencial. Esto fue crucial para que en un siglo la población aumente en unos casi 6.000 millones de habitantes.

Este rápido crecimiento demográfico ha despertado la preocupación de más de uno, muchos aseguran que “el aumento poblacional supone un serio problema ambiental”. 

Ciertamente, en un planeta limitado el crecimiento demográfico no puede ser ilimitado. Según Liu Zenmin, el subsecretario general de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, “el rápido crecimiento de la población hace más difícil la erradicación de la pobreza, la lucha contra el hambre y la desnutrición, y la expansión de la cobertura de los sistemas de salud y de educación”. 

La preocupación por el aumento demográfico no está infundamentada: pues a mayor personas más recursos se necesitan para sostener la sociedad humana, y a mayores recursos requeridos más es el impacto de la humanidad por sobre los ambientes naturales. Paralelamente, a más competencia por los recursos, menor será el estado de bienestar de las sociedades. 

Bajo esa premisa, muchos proponen imponer un control de natalidad, otros -más extremistas- sugieren generalizar las penas de muerte en el ámbito penal. Hace varias décadas, China implementó la primera propuesta e impulso la “política de un solo hijo”, esta medida -sumamente criticada por expertos en Derechos Humanos- tenía la finalidad de limitar el aumento demográfico del gigante asiatico. 

Pero la política de “un solo hijo” y el control poblacional acarreó graves consecuencias: con la disminución de la natalidad y el aumento de la expectativa de vida, la población china se hizo mayoritariamente anciana, es decir; el país tiene más habitantes jubilados y pensionados que personas en edad laboral, esto supone que menos personas pagan los impuestos que sostienen a una población jubilada creciente. 

Esto desencadenó un desequilibrio fiscal que preocupó al gobierno chino, a raíz de ello el gobierno permitió que las familias tengan hasta dos hijos, y este año el presidente Xi Jinping autorizo que los chinos tengan hasta tres hijos. Aún queda la incógnita del ¿por qué el gobierno chino sigue imponiendo límites de descendencia?, estando al tanto de los desequilibrios socioeconómicos que esto desencadena.

Otro de los países con un desequilibrio fiscal generado a causa de una población principalmente jubilada es Japón, aunque la razón de esta realidad no responde a imposiciones gubernamentales, sino a características socioculturales que desmotivan a los jóvenes nipones a tener descendencia.

En ese sentido, Zhenmin asegura que los avances en las áreas “relacionadas con la salud, la educación y la igualdad de género, contribuirá a reducir los niveles de fecundidad y a desacelerar el crecimiento de la población mundial”. 

Hace no muchos años la tasa de mortalidad infantil era del 40%, hoy la mortalidad se redujo a apenas el 4%. Asimismo, hace años los métodos anticonceptivos estaban poco aceptados y diversificados. Por eso, hace varias décadas era sumamente común que las parejas tengan entre 5 y 10 hijos en promedio, hoy tener más de 5 hijos es poco habitual. 

La ONU sostiene que “la población mundial está creciendo a su ritmo anual más lento desde 1950, por debajo del 1%”. Y estima que la población ascenderá a los 9.700 millones en 2050 y alcanzará un pico de 10.400 millones de habitantes en la década del 2080, prevé que se mantendrá en ese nivel hasta finales de siglo y sugiere que en ese entonces la población comenzaría a disminuir exponencialmente.

Un grupo de adolescentes conciencia sobre los problemas de educación, matrimonio infantil y formación a los ancianos de las aldeas en la localidad Chapriawan, en el distrito de Giridih, la India. /Naciones Unidas/.

Ya vimos los datos y las estadísticas que nos ponen en contexto, rebobinemos hasta el titulo del articulo  ¿El crecimiento poblacional es realmente un problema ambiental?. 

Siendo honesto, el crecimiento demográfico tiene el potencial de ser un problema ambiental en el futuro, pero basándonos en las estimaciones de las Naciones Unidas no deberíamos enfocar nuestras preocupaciones ecológicas en ello. 

La mayoría de los que se preocupan ambientalmente en el crecimiento de la población tienen un enfoque, a mi parecer, parcial. Argumentan que el aumento demográfico es un problema porque aumenta la presión humana sobre el ambiente, pero la mayoría de artículos que he leído o escuchado defendiendo esta postura tienen una seria ausencia: no mencionan que la humanidad no se caracteriza por administrar bien los recursos. 

La misma ausencia apareció en las conversaciones que he tenido sobre este tema con defensores de esta posición. Parafraseando sus argumentos, podemos notar que quieren imponer un control de natalidad con el único objetivo de mantener el nivel de vida consumista y el estatus quo internacional.  

En mi opinión (como lo aclara el título), es un error enfocarse en el control demográfico para lograr una sociedad sustentable. Creo que hay amenazas ambientales mucho más preocupantes, cínicas y no éticas que el aumento poblacional: 

El consumismo innecesario, la cultura del descarte, la Obsolescencia Programada, destruir productos no vendidos (en lugar de donarlos o liquidarlos) con el único objetivo de no desvalorizar una marca, desechar más del 30% de los alimentos que se producen (por los estándares del mercado) y subsidiar las energías ‘sucias’, son solo algunos de los reales problemas ambientales en los que deberíamos enfocarnos y a los que deberíamos criticar. 

En Julio la humanidad alcanzó, nuevamente, el Default Ambiental, es decir consumió en 7 meses los recursos que la tierra puede regenerar en 365 días, y no es que estemos sobrepoblados a nivel mundial, es que estamos consumiendo mucho y mal. 

No está de más decir que el estado de bienestar de los países europeos o de Norteamérica es totalmente dependiente de los recursos y el subdesarrollo de África y Latinoamérica. Si la humanidad entera viviera con el nivel de vida del estadounidense promedio requeriría los recursos de 6 planetas para sostenerse en el tiempo.

En términos de emisiones de Co2, el 10% de la población humana más adinerada es responsable del 50% de las emisiones, y el 90% más pobre es responsable del 50% restante. Esta estadística puede extrapolarse a otros aspectos de Impacto Ambiental, de hecho existe el indicador socioeconómico de la basura, que sugiere que cuanta más basura genera una población, mejor es su estado de ‘bienestar’. 

¿Mientras más basura generamos mayor es nuestro estado de bienestar?. /El Ciudadano/.

Reflexionando, podemos deducir que no estamos ante un problema de sobrepoblación, podríamos llegar a estarlo en un futuro, pero las estadísticas indican otra cosa: muestran que la velocidad de aumento demográfico disminuye y sugieren que la población comenzará a reducirse en unos 80 años… Estamos ante un problema generado por la estructura del sistema socioeconómico que hemos erigido, tenemos ante nosotros un problema de sobreconsumo, no de sobrepoblación.

Concluyendo, tener descendencia, o no, es una decisión meramente personal en la que no debería interferir ningún Estado o institución, una decisión que no amerita juicios de valor por parte de terceros. Los estados, por su parte, deberían garantizar el acceso a variados métodos anticonceptivos, por motivos de salud pública, como también para garantizar que el que no quiera tener hijos: no los tenga. 

No obstante, esta decisión meramente personal es una de las elecciones que más responsabilidad requieren, y la irresponsabilidad paternal si amerita la intervención de los Estados y las instituciones, pero eso es material para otro artículo de opinión. 

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