En el año 1956, un científico Brasilero decidió cruzar a las abejas domesticas europeas con las abejas silvestres africanas con el objetivo de crear un insecto híbrido que produzca más miel y que se adapte mejor al clima tropical amazónico, el resultado fue muy distante de lo esperado y como consecuencia surgieron las ‘Abejas Asesinas’.
En la década de los ’50 del siglo XX el gobierno brasilero tenía una ambición: fortalecer la industria de la apicultura para convertir al gigante sudamericano en el mayor productor de miel del mundo. Pero tenía un inconveniente; las abejas domesticas no se adaptaban lo suficientemente bien al clima tropical amazónico.
Con ese objetivo, el Genetista e Ingeniero Agrícola Warwick Kerr emprendió un viaje al sur de África para buscar a los mejores ejemplares de abejas silvestres africanas, él creía que al cruzarlas con las abejas domesticas europeas crearía un insecto hibrido con mayor capacidad de producción de miel y mejor adaptación al clima tropical.
Las abejas domesticas europeas, como su nombre lo índica, son oriundas de el viejo continente y fueron introducidas en América durante la época colonial. Además, debido a la selección artificial durante centenas de años y a técnicas de ‘domesticación’: este insecto resulta relativamente dócil y fácil de manipular.
Por su parte, las abejas silvestres africanas están preparadas para defender su colmena de posibles ataques de sus diferentes depredadores, como el tejón de la miel, además nunca fueron domesticadas por los humanos; por lo que resulta ser una raza ‘hiperdefensiva’ que es capaz de matar a un mamífero de tamaño medio, como un perro o un humano.
Por si esto fuera poco, estas abejas se reproducen a velocidades muy aceleradas, dominan un territorio mucho mayor que sus primas europeas, son menos exigentes para nidificar y establecen colmenas con mayor rapidez y periodicidad, por consecuencia: esta subespecie produce más miel que las abejas domesticas.
Esto último fue lo que llamo la atención del Ing. Kerr, y pensó que al cruzar ambas especies obtendría un hibrido con las características dóciles de las abejas domesticas y con las características productivas de las abejas silvestres.
Para ello emprendió un viaje a Tanzania y selecciono a las mejores abejas reinas africanas, y volvió a Brasil con más de 40 de ellas. Ya en Sudamérica, Kerr y su equipo instalaron las colmenas artificiales, introdujeron a las abejas reinas africanas y esperaron a que se apareasen con los zánganos europeos.
Las abejas reinas africanas estaban recluidas en una pequeña jaula que dejaba entrar a las abejas obreras pero que impedía que la reina escapase, esto con el objetivo de que las abejas de la colmena aceptasen a su nueva reina. Todo el equipo de investigación sabia de la importancia de estas jaulas, ya que si la reina escapaba podían ocurrir dos cosas: las obreras la matarían o la reina se fugaría y crearía una colmena silvestre.
No obstante, un pasante del equipo pensó que habían colocado a las jaulas por error y libero a las reinas de los 35 panales, esto error tuvo consecuencias devastadoras: las reinas africanas huyeron hacia la libertad, miles de obreras y zánganos las siguieron y desaparecieron en la vasta selva amazónica.
Cuando una especie no autóctona ingresa en un nuevo ecosistema puede no adaptarse a él y morir, pero también puede adaptarse demasiado bien al nuevo hábitat y expandirse rápidamente.
En este caso, las abejas africanas no perdieron el tiempo en propagar su especie y, al aparearse con los zánganos europeos, surgió una nueva subespecie de ‘abejas africanizadas’. Al contrario de lo que el Ing. Kerr pensaba, este nuevo hibrido resulto ser igual de agresivo que las abejas silvestres y menos productivas de lo que se esperaba.
Esta nueva raza migro hacia el sur, norte, este y oeste, y debido a varios ataques que dejaron a víctimas fatales se ganaron el apodo mediático de ‘abejas asesinas’. A diferencia de las abejas domesticas que defienden su panal en grupos de entre 10 o 20, las ‘abejas asesinas’ defienden su colmena en grupos de centenares o miles, pudiendo picar a un individuo más de mil veces.
En general, el humano es resistente al veneno de las abejas y puede resistir varias picaduras, exceptuando a los alérgicos a las mismas, pero si se reciben demasiadas picaduras llega un momento en el que el cuerpo colapsa por un ‘shock anafiláctico’.

En México, con la llegada de las abejas africanizadas, en 1986 se creó el Programa Nacional de Control de la Abeja Africanizada para reducir el impacto socioeconómico y sanitario de las mismas, según un estudio de este programa: entre el año 1998 y el 2009 fallecieron 480 personas por ataques de abejas, una gran parte víctimas de las ‘abejas asesinas’.
En la actualidad, las abejas africanizadas habitan desde el norte de Argentina hasta el sur de Estados Unidos y ocasionalmente surgen noticias de víctimas fatales de este hibrido. Muchos gobiernos tienen planes de contención de las abejas africanizadas y al hallarlas las exterminan.

Sin embargo, tanto abejas europeas como africanizadas cumplen una crucial función en los ecosistemas: polinizar las plantas. De esta forma, aunque las ‘abejas asesinas’ se han cobrado centenas de víctimas fatales a lo largo de 70 años, también han ayudado a polinizar la flora silvestre y los cultivos.
A diferencia de otras especies invasoras, este hibrido no ocasiono mayores daños al ecosistema, aunque se gano fama mediática por ser una raza agresiva capaz de matar a humanos y a mamíferos medianos.
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