Para las elecciones generales de próximo domingo, el Estado argentino desembolsó más de 2.500 millones de pesos para imprimir unas 884 millones de boletas, 25 veces el padrón. Esto supone un despilfarro de dinero, un gasto innecesario de recursos y una generación abismal de basura.

Este domingo los argentinos votarán para renovar los cargos del Poder Ejecutivo, Legislativo y de los representantes del país ante el Mercosur. Son cinco los partidos que se miden para ocupar el poder, y cada uno recibe una suma millonaria para imprimir boletas: a cada fuerza política se le entregan más de 516 millones de pesos para imprimir 5 boletas por elector, de acuerdo a la ley de Financiamiento de Partidos Políticos. Es decir, cada partido recibe dinero suficiente para imprimir casi 177 millones de boletas.
Si hacemos la cuenta por las cinco fuerzas que se presentan, el número aumenta abismalmente: se imprimen más de 884,4 millones de boletas para unos 35,3 millones de electores, o al menos el Estado entrega 2.583 millones de pesos para ese fin. En otras palabras, se fabrican boletas para 25 padrones electorales.
Evidentemente, todos estos papeles quedarán inútiles luego de los comicios. Además, durante la campaña una cantidad gigantesca de boletas terminan desechadas en la vía pública agravando el problema de los residuos urbanos, en los días previos a las elecciones es común ver a militantes recorrer las calles entregando panfletos puerta por puerta, de los cuales la mayoría se transforma en basura en pocos segundos.
A ello hay que sumarle los carteles, las pancartas, los pasacalles y todo aquello utilizado para hacer marketing en la calle. En época de campaña las paredes se convierten en un terreno de disputa entre los partidos, un día hay un cartel de un candidato y al siguiente otro partido pone su pancarta arriba.

Para ahondar más sobre esta situación, EcoPress se acercó a las oficinas de la Secretaría Electoral de la Nación, allí el personal del organismo explicó cómo trabajan. Ellos se encargan de la logística para que las mesas electorales tengan todo lo necesario y además entregan las urnas con una cantidad mínima de boletas iniciales, luego los militantes de cada fuerza deberán encargarse de reponerlas y asegurarse de que no falten. De igual forma, cada mesa tiene un mínimo de 350 sobres donde se deposita el voto, “aunque en algunas mesas sobran cientos de sobres, ya que en el interior hay mesas con unos 20 votantes empadronados”, indica un trabajador de logística.
En un hipotético caso de que el 100% del padrón vote (cosa que no ha sucedido nunca en la historia), la autoridad electoral recibirá más de 35,3 millones de boletas. Al ser consultados, desde la Secretaría explican que una vez que el escrutinio es definitivo, las boletas y las urnas se convierten en basura, en ese sentido detallan que separan el papel y el cartón y lo venden a empresas dedicadas al reciclaje: “el dinero recaudado es destinado a organizaciones de beneficencia, como lo marca la ley”, precisan.

Igualmente, en los diferentes partidos quedan unas 849,4 millones de boletas que no fueron utilizadas para los comicios. Desde la Secretaría indican que ellos solo se hacen cargo de las boletas que fueron empleadas en los comicios, por su parte cada partido debe hacerse cargo de los votos que les queden de excedente.
En busca de respuestas, este medio se comunicó con diferentes fuerzas políticas para saber que hacen con los papeles luego de las elecciones. Desde el Frente de Izquierda de los Trabajadores –FIT- San Luis precisaron que le entregan las boletas a “un compañero” que se dedica a la recolección diferenciada de basura, él se encarga de vender el material reciclable a empresas dedicadas a esa tarea. EcoPress también se acercó a las sedes de la Unión Cívica Radical y del frente Unión por la Patria; pero el personal presente no pudo explicar que hacen con las boletas luego de las elecciones.
Más allá de ello, todas las boletas que terminaron desechadas en la vía pública difícilmente tengan un tratamiento adecuado y amigable con la ecología.
Esta inquietante realidad no solo supone un gasto público milmillonario, una generación de basura abismal e innecesaria y contaminación ecológica. Sino que desperdicia un montón de ‘recursos naturales’ sumamente valiosos, como la madera, el agua y la energía.
Para fabricar el papel utilizado para las elecciones se requiere una gran cantidad de madera/celulosa que generalmente proviene de monocultivos, también se necesitan millones de litros de agua, blanqueadores químicos y una cantidad cuantiosa de energía. Todos estos recursos utilizados para que luego de las elecciones este papel quede totalmente inútil.
El personal de logística de la autoridad electoral considera que este sistema de votación es un “derroche de recursos económicos y naturales, pero nuestra tarea es hacer cumplir la ley. Lo ideal sería implementar un sistema más económico y sustentable”.
Al respecto, hace años que sectores ambientalistas y miembros de la actual oposición reclaman por la Boleta Única Papel, un sistema que reduciría considerablemente la impresión de votos. Con este método todos los candidatos están en la misma boleta, y el elector debe marcar con un lapicero a quien quiere votar, de esta forma también se asegura que nunca falten los panfletos del candidato a quien queremos elegir.

La boleta única surgió en Australia a finales del siglo XIX, y con el tiempo fue adoptado –con sus variaciones- por la mayoría de países democráticos, como Estados Unidos, Canadá, Perú o Colombia. De hecho, solo 16 países en el mundo tienen el sistema de una boleta por partido, y en Latinoamérica solo Argentina y Uruguay.
Sin embargo, a pesar de los numerosos intentos de implementar la Boleta Única Papel en nuestro país, todas las iniciativas han fracasado por un motivo u otro. En 2022 la Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción a esta propuesta de la oposición, pero el proyecto no avanzo en el Senado.
Ante esta realidad, hay un sector de la sociedad que le reclama a los políticos que una vez terminadas las elecciones, gane quien gane, salgan a limpiar las calles contaminadas visual y literalmente con sus propagandas. Poéticamente, podemos concluir que el término “basura política” no refiere solamente a una situación ideológica, sino a una verdad literal e innegable.

