Desertificación, el grave problema medioambiental que nos acecha

La desertificación es un problema mundial, que afecta principalmente a las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, es provocada principalmente por el hombre e implica la transición de una zona fértil a un ecosistema desértico. Se calcula que en el 2025, cerca de 1.800 millones de personas vivirán una escasez absoluta de agua y se prevé que para el año 2045 alrededor de 135 millones de personas pueden ser desplazadas de los lugares que habitan actualmente a consecuencia de la desertificación.

Mar de Aral /National Geographic/

Para entender este grave problema primero debemos diferenciar la desertificación de la desertización. La primera se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, a la sobrexplotación del territorio y al uso inadecuado de la tierra. También influyen factores como la desforestación, la minería, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego. La desertización en cambio, que una zona se convierta en desértica, es un proceso natural, como ha ocurrido en el Sahara por ejemplo. Es decir, la desertificación es producida por el humano, la desertización es un proceso natural.

La desertificación se produce principalmente por la desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo, dejándola así vulnerable a la erosión. Esta pérdida puede ser producida por la deforestación, incendios forestales, el sobrepastoreo o excesiva carga ganadera y la agricultura intensiva, que si bien no elimina la cubierta vegetal empobrece el suelo, dejándolo “infértil”.

En estas circunstancias el viento y el agua se encargan del resto, erosionan la tierra fértil y dejan tierras improductivas. La persistencia de la erosión acaba por convertir las tierras degradadas en desierto.

Tomemos de ejemplo al extinto Mar de Aral, entre Uzbekistán y Kazajistán, tenía una superficie de 67.300 kilómetros y suministraba una sexta parte del pescado que se consumía en la URSS. El mar fue disminuyendo a medida que los científicos soviéticos desviaban los ríos que alimentaban el mar para nutrir las secas estepas, con el objetivo de crear campos de cultivos. Hoy solo queda un 10% del agua y se ha perdido una superficie hídrica del tamaño de Irlanda. Esto ha provocado una disminución en la calidad de vida y seguridad alimentaria, perdida de salud y aumento de la migración.

Este fenómeno no es nuevo. Ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad, debido a la sobrexplotación y erosión de los suelos. Sin embargo el ritmo de la degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces mayor a la histórica, dejando así tierras vulnerables a la desertificación.

Ante estos problemas, frenar la degradación de nuestros suelos -mediante la rehabilitación de tierras, la expansión de terrenos gestionados sosteniblemente y el incremento de iniciativas de reparación de terrenos- es una de las principales vías hacia una mayor capacidad de adaptación y un mejor equilibrio ecológico.

Fuentes:

National Geographic

El Pais

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