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Consumismo verde: “Consuma productos ecológicos, ¡por favor no deje de comprar compulsivamente!”

Aunque el consumismo es uno de los mayores responsables de la crisis ecológica, el orden hegemónico ha logrado opacar las voces críticas y beneficiarse de la preocupación de la gente por la naturaleza. El ecologismo de masas siente culpa, y el sistema le ofrece productos “sustentables” como la “solución”.
Por Maico Martini, periodista ambiental.

Lo ambiental está en auge, lo que antes era una preocupación de “cuatro hippies” hoy mueve a masas enteras que reclaman contra la crisis ambiental. Si le preguntas a la gente, la mayoría responderá que está preocupada por la ecología: “En Argentina, al 91% de las personas les interesa el cuidado del ambiente y –a nivel mundial- el interés por la naturaleza aumentó un 16% en los últimos cinco años”, asegura una encuesta de la Fundación Vida Silvestre.

Estar interesado en el cuidado ambiental es lo correcto, lo que la sociedad espera de nosotros, por eso la mayoría asegura estar interesada en lo que pasa con la naturaleza. Cada día hay más personas hablando de ello, la cantidad de congresos enfocados en este tema aumenta a diario, los grandes medios incluyeron un apartado ambiental en sus portales, los políticos le dedican más líneas en sus discursos y cada vez hay más productos “ecológicos” en las góndolas.

Sin embargo, suele tratarse de un interés discursivo sin acciones tangibles, las redes sociales nos han permitido obtener una recompensa moral sin el esfuerzo del compromiso real y el interés por lo ambiental muchas veces se reduce a un simple slogan o hashtag. Si el 91% de los argentinos estuvieran comprometidos en el cuidado del ambiente, nuestra realidad sería significativamente diferente.

La sociedad de masas se caracteriza por seguir la idea más simple y a la masa ecologista la mueve la culpa, es consciente del cambio climático y la contaminación del plástico, aunque no termina de comprender las causas y consecuencias del problema, lo que le imposibilita encontrar posibles soluciones. Esta situación es inteligentemente aprovechada por el sistema, que simplifica el ecologismo hasta desactivar su carácter crítico-revolucionario y convertirlo en una masa dispuesta a comprar todo producto “ambientalmente amigable” que se le ofrezca.

La masa ecologista exige soluciones a la crisis ambiental; pero como no ha ahondado mucho en la situación se conforma con la transición energética, el reciclaje y lo biodegradable, eso le apacigua la culpa y le permite seguir con su vida sin grandes cambios. Las grandes corporaciones, desde las petroleras multinacionales hasta la “mayor contaminante de plástico del mundo”, han desembolsado miles de millones para hacer un lavado de imagen verde –Greenwashing- y promocionarse ante el público como “empresas ambientalmente responsables” (gobiernos y filántropos han tomado el mismo camino).

Coca Cola es considerada la mayor contaminante de plástico del mundo por Break Free From Plastic, y Apple ha sido condenada por utilizar obsolescencia programada en sus dispositivos. Eso no les impide promocionarse como empresas comprometidas con el ambiente.

La hegemonía ha simplificado el ecologismo hasta banalizarlo, y gracias a ello perpetúa el modelo que nos ha llevado hasta este punto. La frase “moda sustentable” es un oxímoron; pero hoy las marcas de lujo promocionan sus prendas como ecológicas, ofrecen descuentos para quienes entreguen sus prendas viejas y aseguran que serán recicladas, aunque la mayoría terminan en vertederos a cielo abierto en países de África y Latinoamérica, como el conocido caso del Atacama.

En las góndolas, la mayoría de los envases afirman que son de “material reciclable”, pero una ínfima parte de estos será reciclada y, como no, las empresas que los comercializan no se involucran en el rubro del reciclaje (salvo excepciones). Ahora casi todos los productos tienen sellos de “responsable con los bosques”, “sin crueldad animal”; “100% orgánico”, etcétera, aunque muchos de estos sellos no condicen con la realidad y son otorgados por empresas que no se aseguran de que estos productos sean realmente ecológicos. Los supermercados nos venden bolsas “degradables”; pero solo son simples bolsas de nylon que se degradan en microplásticos.  En algunos países estará prohibido comprar vehículos de combustión fósil a partir del 2030, aunque fabricar un coche eléctrico requiere muchos más minerales que uno convencional y sus baterías no necesariamente se cargan con energía limpia.

Estos son solo algunos ejemplos de la banalización del ambientalismo. Son excusas, pretextos y consuelos para apaciguar la culpa de la masa ecologista e instarla a seguir consumiendo. Por eso, estas situaciones están más presentes en Europa y Norteamérica, donde el consumismo está sumamente instalado, sin embargo, si toda la humanidad consumiera bajo sus estándares necesitaríamos los recursos de 4 y 6 planetas, respectivamente, para sostenerlo en el tiempo. En Argentina la sociedad también se mueve bajo la lógica consumista, aunque nuestra economía no nos permite consumir tanto como desearíamos.

Llegados a este punto, cabe aclarar que no está mal optar por los productos ecológicos cuando estamos haciendo las compras, también hay que remarcar que no todo lo que se promociona como “ecológico” realmente lo es. Además, es necesario explicar que la masa ecologista no es lo mismo que el ambientalismo comprometido: la masa ecologista es acrítica y desorganizada, el ambientalismo comprometido todo lo contrario.

Mientras el ambientalismo explora y se sumerge en la problemática, reflexiona críticamente, se organiza y toma acciones en respuesta (con sus diferentes ópticas y métodos), la masa ecologista es bombardeada por simples slogans ambientales que la hacen sentir culpable y es aturdida con anuncios de productos ecológicos que le ofrecen la “solución”. De esta forma, el sistema logra opacar las voces del ambientalismo crítico y beneficiarse de la preocupación de la gente por el cuidado de la naturaleza.

Basural de ropa en el Desierto de Atacama, Chile. /BBC/.

La reflexión consciente y crítica es una de las principales características del ambientalismo comprometido, esta tarea mental permite tener mayor conocimiento de las causas y consecuencias de la crisis ecológica y desnaturalizar los hábitos adquiridos. Por eso ha llegado a la conclusión de que la solución es un cambio radical en nuestra organización social/económica y una superación de nuestra relación con la naturaleza.

La masa ecologista se caracteriza por la falta de reflexión: consume ideas enlatadas que la incentivan a seguir consumiendo y le han impuesto la conclusión de que debe consumir productos verdes para salvar al planeta. Productos que, además, son más caros que los convencionales sin que necesariamente cueste más producirlos.

Los productos ecológicos tienen un sobreprecio porque no están ofreciendo solo el producto, sino un consuelo a la culpa y un motivo de status social. El estudio “Siendo Verde para ser Visto”, de la Universidad de Minnesota, indica que los consumidores son más propensos a comprar estos productos cuando están en público y pueden obtener la recompensa moral de estar comprometidos con la naturaleza, mientras que de lo contrario no tienen la misma tendencia a comprarlos, hoy –15 años después de publicado el estudio- esta tendencia se ha incrementado con el crecimiento de las redes sociales.

Sin embargo, aunque el sistema ha opacado las voces del ambientalismo crítico también han bombardeado a la masa con slogans ecologistas y han despertado preocupación en la gente. Si esa preocupación logra superar el orden establecido y trascender la lógica consumista, el ecologista de masas tiene grandes probabilidades de convertirse en un ambientalista crítico. La mayoría de ambientalistas comprometidos en su momento fueron ecologistas de masas.

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