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Confesiones de un periodista –no tan libre-

He llegado a una incómoda conclusión: el periodismo, paradójicamente, es una de las formas menos libres de expresión. (Advertencia, en este ensayo no hablo de ecología, sepan disculpar la transgresión).
Por Maico Martini.

Libertad de expresión, el periodismo siempre se llena la boca hablando de la libertad de expresión, todos dicen defender tan importante valor social, incluyéndome. Los periodistas defendemos este estandarte como si la vida se nos fuera en ello, sin embargo, tras años en la profesión, he llegado a una incómoda conclusión: el periodismo, paradójicamente, es una de las formas menos libres de expresión. Las normas que rigen lo que está bien y lo que está mal en el hacer periodístico limitan notablemente las posibilidades de manifestarse dentro del ámbito mediático. El valor casi dogmático de la objetividad lleva a los periodistas a tomar el rol de máquinas que recaban información, la ordenan y la difunden, sin mas embrollo.

¿El resultado? La mayoría de lo que leemos en los periódicos o de lo que escuchamos en las radios carece de sustancia, de alma, de sentimiento… como si lo hubiese hecho una máquina. Pero ni siquiera la Inteligencia Artificial –IA- más avanzada logra ser objetiva, su programación determina su manera de procesar la información y, por tanto, no hay objetividad posible. “Por ejemplo, la elección de qué datos utilizar, cómo ponderarlos y qué criterios aplicar en la toma de decisiones puede introducir subjetividad de manera indirecta”, se sincera un programa de lenguaje generativo ante la consulta de este curioso.

Si incluso las máquinas reconocen no poder lograr una visión objetiva de la realidad, ¿por qué los periodistas nos empeñamos en ocultar nuestra subjetividad? Así como el código fuente determina el accionar de una Inteligencia Artificial, el marco teórico, la ideología, la cultura, el idioma y las diferentes interpretaciones del mundo determinan el hacer de cada trabajador de prensa. La objetividad, entonces, se constituye como la primera gran mentira de este desdichado oficio.

Al tratar de camuflar nuestra subjetividad despojamos de alma y de esencia al relato periodístico. Mientras que las diferentes expresiones artísticas nos permiten explorar y liberar nuestros sentimientos más profundos, la narrativa periodística ofrece un abanico sentimental muy acotado: odio, euforia y apatía, principalmente. No somos seres con sentimientos, somos seres sentimentales, y nuestro estado de ánimo, en constante cambio, rige nuestro accionar, sin ir más lejos, este texto surge de la más profunda tristeza, una tristeza que me motivó a trascender la narrativa periodística en la búsqueda de una forma de expresión realmente libre.

No soy un iluso, soy consciente de que jamás encontraré una forma de manifestarme en completa libertad. El idioma que hablo, junto a lo poco que lo conozco, limita considerablemente mi capacidad de expresarme. ¿Quién no ha sentido algo que no puede explicarse con palabras? Es claro, hay sentimientos que nuestro idioma ni siquiera reconoce.

Entonces, ¿de qué hablamos cuando enunciamos la libertad de expresión? Hablamos de una expresión libre de las injerencias externas, de una forma de expresarse autónoma y libre de limitaciones superiores. Pero ni siquiera en ese sentido tan básico el periodismo es libre: hay leyes, contextos políticos, situaciones económicas y demás factores externos que condicionan la libertad de prensa. Los medios mercenarios al servicio de este o aquel poder merecen un capítulo aparte. Defender la libertad de expresión ignorando todas sus limitaciones intrínsecas no es más que un eslogan, y el periodismo está infectado de eslóganes, de valores inalcanzables que marcan un horizonte.

Ante ello, me pregunto: ¿para que escribo? ¿Qué me motiva a sentarme tres horas frente a un micrófono? Cuestionamientos que me he planteado en varias noches de insomnio y que creo haber bocetado una posible respuesta, una respuesta que es útil para mi. Escribo por una crisis de identidad, ya que ninguna nación, ningún pasatiempo, ninguna pasión, ni ninguna ideología logran darme un sentido de pertenencia, así tomé el arquetipo de redactor de noticias para llenar ese vacío, pero solo fue un parche, y después de varios años la crisis volvió, por eso me atrevo a probar nuevas formas de narrar (aunque mi experiencia en la prensa marque mi estilo, ojalá pudiese escribir como un poeta).

Quizás soy un novato y estoy diciendo una obviedad, pero reconocer los límites del periodismo fue, para mí, una gran liberación. Y no estoy diciendo que este mal regir nuestro accionar profesional por normas y valores que buscan rigurosidad, excelencia, profesionalismo, etc. Estoy diciendo que hay que interpretarlos como lo que son: ideales que marcan un horizonte deseable, no un manual de como narrar e interpretar la realidad. En ese sentido, creo que el ideal de la objetividad, por ser inalcanzable, es sumamente cruel para el redactor y para el lector, una mentira que afecta a todo el ámbito mediático y, por consiguiente, a gran parte de la sociedad.

La diferencia radica en quienes se empeñan en mantener la mentira y en quienes, a pesar de las consecuencias, preferimos ser honestos y reconocer nuestra subjetividad, sincerarnos ante el lector y decirle: “escribo desde este lugar”.

Finalmente intuyo que usted que está leyendo esto podría pensar “¿Quién es este novato que se cree sabelotodo?”. Lo admito, soy un novato y no lo sé todo, nunca llegaré a saberlo. También reconozco que la arrogancia surge cuando hay inseguridad. Pero, ¿no es el periodismo, en cierta forma, naturalmente arrogante? En la universidad nos enseñan que el periodismo es un pilar base de la democracia, algunos, incluso, sostienen que el ámbito mediático es “el cuarto poder”, mientras miramos a los otros profesionales de la expresión como si fueran papanatas. ¿No es acaso el teatro una forma de expresión mucho más libre y crítica que el periodismo? ¿Tanto nos cuesta reconocer que la música tiene mucha más potencialidad movilizadora que la prensa? ¿No es posible que un comediante incomode más que un periodista?

A los lectores de EcoPress, les pido disculpas por esta digresión. A veces, necesitamos salirnos del guion para reencontrarnos con nosotros mismos. Gracias por acompañarme en esta búsqueda.

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