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Humanidad: “legítima y naturalmente dueña del mundo”

Por Maico Martini. Periodista Ambiental de EcoPress.

En los miles de millones de años de nuestro planeta, La Tierra ha atravesado numerosos cambios climáticos, este planeta ha vivido fenómenos de enfriamiento y de calentamiento cíclico, extinciones masivas de especies y cambios drásticos en la biología planetaria. Lo natural es que el planeta cambie, y estamos atravesando un fenómeno natural de calentamiento global y una extinción masiva de especies.

Digo natural desde el punto de vista planetario; pero el trasfondo es totalmente artificial, es decir: este contexto de crisis ecológica, aunque se comporta bajo las leyes de la naturaleza es generado por la humanidad. Ahondemos más: el Homo Sapiens no es la única especie que ha generado cambios negativos en el ecosistema que habita, aunque si es la primera especie que ha generado cambios de escala planetaria con consecuencias potencialmente devastadoras.

Pero el humano es parte de la naturaleza, quieras o no, las personas son animales.  Entonces ¿una crisis ecológica provocada por un animal que surgió de la naturaleza puede considerarse artificial?, buscaremos la respuesta.

Noah Hararí -escritor e historiador israelí-, en “De animales a dioses”, explica que los cambios en la composición genética de los homínidos propician cambios en su patrón social, tecnológico, temperamental e instintivo (entre otras). Esta evolución de los homínidos generó el surgimiento del humano; pero el Sapiens ha cambiado drástica y constantemente sin presentar cambios genéticos. Afirma que la mayor diferencia entre nosotros y los demás simios es “nuestra capacidad de unirnos y conglomerarnos de a miles”, un comportamiento propiciado por diferentes misticismos.

Dice que, con la revolución cognitiva la historia de la humanidad se independizó de la biología, aunque el sapiens se comporte dentro de sus límites biológicos los cambios de nuestra especie no dependen necesariamente de las transformaciones de nuestra genética.

El diccionario dice que lo artificial es aquello “que ha sido hecho por el ser humano y no por la naturaleza”, esta definición es el ejemplo más claro de que el sapiens “juega a ser dios”. En la cultura occidental, patriarcal, capitalista y mercantilista, nos auto percibimos como seres ajenos a la naturaleza.

Bajo esta concepción de la humanidad, nos relacionamos con la vida no humana como si fuera de nuestra propiedad. En el primer párrafo dije que “nuestro planeta” ha atravesado un montón de cambios, y probablemente el lector no experimentó ninguna inquietud con esa afirmación.

Wrigth Mills, en la “imaginación sociológica”, dice que vivimos en un tiempo de malestar e indiferencia. Explica que el malestar es cuando no se siente una estimación de valores, pero se percibe una amenaza; y que la indiferencia surge cuando no se perciben valores estimados ni amenazas.

Tenemos tan naturalizado el concepto de que el planeta nos pertenece, que el decir “nuestro planeta” nos genera indiferencia. En cambio, si digo “mi planeta”, probablemente el lector experimente una crisis, que es cuando un valor estimado se ve amenazado.

Esta concepción tan arraigada de “los dueños del mundo –con aspiraciones a ser los dueños de la galaxia-“, es en gran parte responsable de la crisis ecológica actual. La humanidad se auto-percibe como la dueña legítima y natural de la tierra, una percepción generada por múltiples misticismos. Varios versículos de La Biblia sugieren que Dios le dió a la humanidad, más específicamente al hombre, la autoridad para que tenga dominio sobre los animales y la naturaleza.

El auge del ateísmo, aunque transgresor en muchos sentidos, tampoco eliminó esa percepción. Hoy en día muchas comunidades laicas mantienen esa percepción de manera subconsciente. Los ateos ponen toda su fe en la ciencia, y la “comunidad científica” también actúa bajo la lógica de ser propietaria de la vida.

La ciencia ha modificado genéticamente a plantas y animales, ha alterado deliberadamente patrones ecosistémicos, constantemente busca controlar el clima y, en síntesis, actúa bajo la lógica de ser propietaria de la vida que habita en la tierra.

Miles de animales son torturados para realizar pruebas de laboratorio. /El Universal/.

Las Ciencias Sociales no están exentas de ello, la política, la comunicación y el marketing -entre otras-, también actúan bajo la misma lógica.

Durante miles de años, la humanidad -en su inmensa diversidad cultural- se relacionó bajo las leyes teológicas. En el mundo actual, en especial en occidente, la sociedad se rige bajo las leyes científicas, aunque aún quedan retazos teológicos. Además, la globalización mercantilista disminuyó considerablemente la diversidad cultural, ideológica y religiosa de la humanidad.

Por otra parte, el Sapiens no solo se auto-percibe como propietario de la vida no humana, sino que algunas cosmovisiones sientan las bases para auto-adjudicarse propietaria de vidas humanas: aún hoy existe la esclavitud, la trata de personas es uno de los “negocios” ilícitos más lucrativos, y en muchos países se puede alquilar a una mujer para que geste a un hijo que no porta los genes de la embarazada. 

Esta percepción del Sapiens de ser propietario del mundo y de la vida que lo habita, es en gran parte responsable de la lógica mercantilista y consumista en la que se basa nuestra filosofía de vida moderna, con todas las consecuencias socioambientales que conlleva.   

Boaventura de Sousa Santos -sociólogo portugues-, en la “Sociología de las Ausencias y la Sociología de las Emergencias: para una Ecología de Saberes”, explica que las ciencias hegemónicas dejan muchos saberes de lado, los invisibilizan, deslegitiman y ocultan. 

Como dijimos, hace no mucho tiempo la sociedad basaba su relación en las leyes religiosas; de esa forma cualquier conocimiento e idea que no vaya en concordancia a la “palabra de dios” era deslegitimado e inclusive castigado. En el mundo actual, parece que el rol se ha invertido. 

Santos presenta algunas Monoculturas que ayudan a ahondar más en el análisis:

Una de ellas es la Monocultura del Saber y el Rigor, es la idea de que el único saber riguroso es el científico, y que por lo tanto otros conocimientos no tienen la misma validez que el saber científico. Esto genera una contracción del presente y una reducción de la realidad al invisibilizar y deslegitimar las prácticas sociales basadas en los conocimientos populares, indígenas, campesinos, etc. De esta forma se produce un “epistemicidio” -la muerte de conocimientos alternativos- y reduce la realidad. 

Otra es la Monocultura del Productivismo Capitalista, que es la concepción de que el crecimiento económico y la productividad en un ciclo temporal determina la productividad del trabajo humano o de la naturaleza.  Esta monocultura oculta e invisibiliza otras formas de producción más amigables con el ambiente y más respetuosas con la dignidad de los trabajadores, es decir: todo lo que no es productivo bajo los estándares hegemónicos es considerado inútil o esteril. 

Por su parte, la Monocultura del Tiempo Lineal es la lógica de que la historia tiene un sentido y una dirección, por lo cual los países “desarrollados” están más avanzados y van delante de los “subdesarrollados”. Esta monocultura  incluye el concepto de progreso lineal, modernización, desarrollo ilimitado y globalización.

El epistemicidio, la idea de que el tiempo tiene una dirección que se reduce al desarrollo ilimitado y de que todo lo que no es productivo bajo los estándares hegemónicos es inútil, es en gran parte consecuencia de considerarse los dueños del planeta. 

Las teorías darwinianas utilizadas tergiversadamente para justificar el contexto social y la relación humano/naturaleza nos han hecho creer que el sapiens es “naturalmente dueño del mundo”. Josep Vincent Marqués -sociólogo y escritor español-, en “no es natural”, dice que muchas veces decimos que “es bueno y natural esto y aquello”, y nos invita a pensar: “veamos si es bueno, porque natural no es”. 

Entonces rebobinemos, si nos limitamos a una visión cientificista y biologicista, es natural que el sapiens -como muchos otros simios- sea territorial y busque controlar el entorno que habita. Desde un punto de vista social, no es natural que el humano se comporte como dueño del mundo, esa percepción es sin duda una “construcción social naturalizada”. 

Las prácticas sociales que perjudican al ambiente no son las únicas que actúan bajo esta percepción. El ecologismo también se comporta bajo una concepción paternalista de ser él ‘el protector de la naturaleza’ y, a menudo, el ambientalismo actúa bajo la Monocultura del Saber y el Rigor, es más: muchas de las propuestas para mitigar y contrarrestar la actual crisis ecológica se basan en el saber científico y dejan de lado otras cosmovisiones.  

“La sociedad nos marca una (…) forma de sentir las necesidades y de canalizar nuestros deseos. Desear una lavadora de otro modelo, comer más a menudo platos variados aunque congelados, valorar a los demás por el número de objetos que poseen y dedicar los esfuerzos afectivos a asegurar el monopolio sentimental sobre una persona, no es más ‘humano’, no es más ‘la vida’, no es más ‘natural’ que pensar -otras prácticas sociales y aspiraciones de vida-”. 

Cuando naturalizamos una práctica social tendemos a pensar que esta no se puede cambiar, que es intocable. Pero lo cierto es que podemos dejar de percibirnos como propietarios del mundo, y de hecho, si queremos volver a estar en armonía con nuestro entorno, es necesario dejar de concebirnos como seres ajenos a la naturaleza.

Remontándonos a la incógnita del inicio del artículo, podemos concluir que la actual crisis ecológica no es natural. No es natural que nuestro modelo de vida sea consumista, totalmente dependiente de los combustibles fósiles y altamente contaminante, aunque las consecuencias de esta práctica social se hagan presentes bajo las leyes de la naturaleza (efecto invernadero, extinción masiva de especies, etc). A pesar de que la crisis ecológica actual es provocada por un ser que proviene de la naturaleza, sus acciones sociales no son naturales: están naturalizadas. 

Cada año se deforestan miles de hectáreas de monte nativo para la agroindustria y el avance urbano. /Greenpeace/.

Es necesario entonces repensarnos, reflexionar y utilizar la imaginación para aspirar a una humanidad que pueda convivir con las demás especies de nuestro planeta. Entonces, el primer paso es desnaturalizar la percepción de seres ajenos a la naturaleza y dueños del planeta. 

Es aquí cuando entra el concepto de interser, poéticamente podemos decir que una hoja de papel contiene al mundo, ya que todo está conectado: sin agua, bosques y fauna, sol, un leñador y su comida, etc, no puede existir una hoja de papel. Este concepto nos invita a percibirnos como seres propios de la naturaleza, y no como los dueños y gobernantes del planeta. 

Lo que separa al humano de otras especies es la culturización, y hay que decirlo: existieron y existen muchas culturas que se conciben como parte de la naturaleza y que viven en armonía con su entorno. No es casual que las áreas mejor conservadas de la Amazonía sean territorios indígenas. 

El problema es que estas culturas, sus conocimientos y prácticas temporales, sociales y productivas están invisibilizadas. 

Por eso Santos propone una Ecología de Saberes para contrarrestar las Monoculturas anteriormente mencionadas. 

Esta ecología propone dejar de ver al saber científico como el único conocimiento objetivo y legítimo, e incluir toda la diversidad de saberes (campesinos, indígenas, populares, etc.) para desarrollar otro tipo de prácticas con el propósito de mitigar, frenar y restaurar la crisis ecológica. Incluir a la Ecología de las Productividades también nos ayudará a recuperar y valorar sistemas alternativos -y más sustentables- de producción, que la ortodoxia capitalista oculta y desacredita. La Ecología de las Temporalidades nos invita a reflexionar acerca de la concepción de desarrollo y producción ilimitada, e incorporar otros ciclos de productividad y otras concepciones temporales. 

Incluyendo estas ecologías de saberes podemos ampliar enormemente el presente, ya que comenzaremos a observar muchas otras realidades. La Ecología de las Temporalidades nos permitirá contraer el futuro. Santos propone “ampliar el presente para incluir en él muchas más experiencias, y contraer el futuro para cuidarlo”.

Sugiere, además, buscar aspiraciones lo suficientemente utópicas para buscar un mundo mejor, pero lo suficientemente realistas para que no sean descartadas. 

La naturalización de la concepción de ser “los dueños legítimos y naturales de La Tierra” nos ha llevado a creer que el modelo de vida moderno, que es sumamente consumista, mercantilista, depredador, explotador y constantemente amoral, es natural; y que por ende no se puede cambiar. 

Pero lo cierto es que esta especie y sus prácticas sociales han cambiado drásticamente desde su existencia, y afortunadamente no necesita de cambios genéticos para transformarse, lo natural entonces es la transformación cultural y social humana. Y si queremos seguir viviendo en un planeta con el clima que conocemos, con las especies que tenemos documentadas, con los paisajes hermosos, es necesario cambiar nuestras prácticas sociales; porque a largo plazo transformar nuestro entorno trae más consecuencias que beneficios.

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